Corrían los 70 y la familia Greus-Von Schmeling con otros pioneros de Barrio Nuevo comenzaron a construir la Sala 17 de Octubre. Y sí, había que ser realmente pionero para en esa época irse a vivir a ese extraño pedazo limitado por Hurlingham, el Camino del Buen Ayre y el final de Villa Udaondo, y de yapa comenzar un trabajo barrial para poder tener los primeros auxilios cerca de donde la gente más humilde lo demanda.
Pasaron muchas cosas en este país y sin embargo la Sala se fue manteniendo y peleando para tener médicos (en principio enviados por la pcia. De Bs. As.), para conseguir los insumos y poder atender a la barriada que cada vez crecía y crecía en la misma proporción que sus presupuestos familiares caían día a día.
Luego vino la municipalización (ya dependiendo de Ituzaingó municipio autónomo) y los temores de Elena Greus de Von Schmeling, que así se llama la “muchachita” de esta historia de perder la identidad que tuvo la sala desde sus orígenes, que más allá de su nombre emblemáticamente comprometido con la causa justicialista, se comprometió día a día y con cada vecino que la necesitara.
Hoy con la ayuda de la Municipalidad de Ituzaingó la Sala está techando el Salón de Usos Múltiples en su planta alta que va a ser usado por los profesionales de la salud para dar charlas y sensibilizar a la población en los temas relativos a la prevención.
Difícil sentarse 10 minutos para obtener una nota periodística con una persona como Elena que está siempre atendiendo a lo que pasa con “su Sala”.
Responsabilidad doble para quien esto escribe de explicar lo periodístico sin olvidar la importancia de la Sala 17 de Octubre en la historia de vida de la familia Greus-Von Schmeling, de Barrio Nuevo y de Ituzaingó todo.
Seguramente fue la militancia política concreta de Elena, Herman y su hija Sonia (ahora parece tan normal luchar para crear una sala de primeros auxilios en un barrio…) la que provocó que en la época más negra de la historia argentina le arrebataran a ese hogar a dos seres tan amados.
Seguramente fue eso: el resto de sus hijos, su madre, sus amigos entrañables y “su sala” lo que hicieron que Elena siguiera adelante, extrayendo de ellos la fuerza necesaria para decirle a los que quieran escucharla: “EN ESTO ANDÁBAMOS”.